Los reformadores

Solo después de 1850, el país pudo empezar a deshacerse de las cadenas de la Colonia. Una generación irrepetible de políticos liberales y conservadores lo hizo posible, a veces con excesos.
Por Editorial
Bicentenario
Fotografía: Tunja: Vista del terreno en donde se dió la acción de Boyacá, la que dió libertad al país.
Elaboración del pan de maíz. Saffray, Charles, Diseño de A. de Neuville. Voyage à la Nouvelle – Grenade. En: Le Tour de monde. Paris, Librería Hachette, 1869. Biblioteca Nacional de Colombia.
Voto a la mujer
En 1853, la legislatura provincial del Socorro otorgó el derecho al voto de las mujeres. Una medida revolucionaria para la época, que duró poco tiempo.
La disolución de la Gran Colombia significó el fracaso en construir una nación en los territorios de la Nueva Granada, Venezuela y Quito. A partir de la década de 1830, los dirigentes políticos debieron iniciar una vez más el proceso hacia formar un Estado unificado. Los años que siguieron fueron bastante contradictorios: a la vez que se ponían en marcha proyectos para romper con el pasado colonial, se mantenían sus elementos más importantes. Muy pocas cosas cambiaron: salvo la creación de un débil sistema educativo público, la imagen de vida republicana de la primera mitad del siglo XIX seguía pareciéndose demasiado a la sociedad colonial.
Hubo que esperar hasta 1850 para que una nueva generación de dirigentes políticos asumiera las riendas del país e iniciara la reconstrucción de un nuevo Estado. Nacidos en pleno periodo independentista (1798-1831), algunos de sus miembros dieron sus primeros pasos en la vida pública en el Ejército Libertador. Otros, los más jóvenes, fueron formados por el nuevo sistema educativo público e ingresaron mediante el ejercicio de las leyes a la vida pública.
No importaba si eran seguidores de Santander o de Bolívar, si eran utilitaristas o tradicionalistas, o si preferían las armas o las leyes, toda esta generación había sido educada bajo unos mismos principios: la construcción de un Estado unitario y la búsqueda del progreso económico. Creían en la modernización del país mediante las comunicaciones y las obras públicas, para buscar insertarlo en la economía mundial. Más allá de sus logros y fracasos, su obra llegó hasta hoy: ellos crearon los partidos Conservador y Liberal.
Al relatar la historia de los años en que esta generación dirigió al país (desde 1849 hasta 1878), se suele exaltar las obras de gobierno y el proyecto reformista de los presidentes del liberalismo extremo que gobernaron desde del 1861 hasta 1878 (comúnmente conocidos como el Olimpo Radical), por encima de las realizaciones de los conservadores. Pero estos no se pueden dejar por fuera de los procesos de cambio y transformación. De hecho, fue bajo un gobierno conservador cuando el país dio un giro hacia el federalismo.
Una historia de 30 años

Aunque la ideología liberal guió a la presidencia de Santander (1833-1837) y los principios conservadores fueron la base de los gobiernos de Pedro Alcántara Herrán (1841-1845) y Tomás Cipriano de Mosquera (1845-1849), se podría decir que al finalizar la primera mitad del siglo XIX y los partidos Liberal y Conservador todavía no habían nacido. Solo en 1848 se produjeron los hitos fundacionales de ambas agrupaciones, cuando el representante a la Cámara Julio Arboleda proclamó el Partido Conservador y Ezequiel Rojas publicó un artículo sobre las razones para votar por José Hilario López, el candidato liberal a la Presidencia. López saldría victorioso en la primera contienda, la de 1849.
Comenzó así un período de 29 años, entre 1849 y 1878, en el que los liberales ocuparon la Presidencia casi de manera consecutiva (salvo entre 1855 y 1860, durante los cuales lo hicieron los conservadores). En ese tiempo realizaron una serie de reformas para eliminar por fin las estructuras económicas y sociales heredadas de la Colonia y encaminar al país por el sendero de la modernidad, del crecimiento económico y del “reino absoluto de la libertad humana”. Por paradójico que pareciera, la persona que inició este ciclo de reformas liberales fue Tomás Cipriano de Mosquera, quien logró su primera Presidencia con el respaldo de los conservadores. Pero es cierto que las medidas se intensificaron en la Presidencia de Hilario López. Durante su gobierno se promulgó una Constitución, la primera netamente liberal, que estableció la total libertad de pensamiento, de reunión y de enseñanza.
En las elecciones de 1853 los conservadores no presentaron candidato pues consideraban que no tenían garantías. De esta manera, los liberales aseguraron cuatro años más de gobierno. A pesar de la victoria, no todo eran triunfos en el Partido Liberal. En los comicios de 1853 se presentó una división en el seno de la colectividad, que se reflejó en que se postularon dos candidatos. Tomás Herrera se lanzó apoyado por una facción que se denominaba gólgotas, compuesta por reformistas radicales apegados totalmente a los postulados del liberalismo y el laissez faire. Y por su parte los draconianos, conformados por artesanos y algunos liberales cercanos a las sociedades democráticas, que consideraban que las reformas deberían ser moderadas, apoyaron a José María Obando, quien resultó triunfador en las elecciones. La nueva Presidencia generó la esperanza en los sectores populares de que iban a ser derogadas las medidas que reducían los aranceles y los perjudicaban. Desafortunadamente esto no sucedió y la división entre gólgotas y draconianos se exacerbó.

Fue entonces cuando, en abril de 1854, el general José María Melo dio un golpe de Estado apoyado por los artesanos y algunos militares con la intención de que Obando se nombrara dictador y derogara la Constitución de 1853 para iniciar un gobierno popular. Cuando Obando no aceptó, Melo se proclamó Presidente. El resto de los dirigentes del país condenó el golpe de Estado y comenzó una lucha de la alianza entre gólgotas y conservadores contra la dictadura, que finalizó en diciembre de 1854 con la derrota de Melo.
Este triunfo de una coalición dio la oportunidad a los conservadores de volver a subir al poder, primero con Manuel María Mallarino y luego con Mariano Ospina Rodríguez. Durante el interludio conservador gran parte de las medidas liberales estuvieron en riesgo de ser reformadas. Pero, por paradójico que parezca, Ospina impulsó la idea del federalismo al proclamar la Constitución de 1858, que bautizó al país con el nombre de la Confederación Neogranadina. El giro al federalismo no significaba que Ospina adhiriera totalmente a este tipo de gobierno. De hecho, en medio de la confusión legislativa e institucional, en 1859 el Presidente respaldó la aprobación de leyes que daban más facultades al gobierno central. Esto enfureció a los líderes y caudillos regionales que, encabezados por Tomás Cipriano de Mosquera, se levantaron y comenzaron una nueva guerra civil. Un año después, Mosquera se tomó a Bogotá, derrocó a Ospina e inició la era del Olimpo Radical.
Los nuevos gobiernos lanzaron una nueva etapa de reformismo mucho más audaz que la anterior. El Olimpo Radical, además de tratar de liberalizar aún más la economía, centró sus medidas en eliminar todo tipo de beneficios y fueros a la Iglesia, para furia de los conservadores.
En 1863 se reunió en Rionegro (Antioquia) una convención constituyente que promulgó una nueva Carta política. Con el nombre de Estados Unidos de Colombia, los poderes seccionales recibieron mucha más autonomía y el periodo presidencial se redujo a dos años, régimen bajo el cual fue elegido en 1864 Manuel Murillo Toro, otro liberal radical. Terminado su período, Mosquera volvió a ganar la Presidencia, pero al año trató de proclamarse dictador y fue destituido.
Hasta 1876 hubo una relativa calma. Los radicales trataron de liberalizar el mercado de tierra, fomentar la economía de exportación, construir caminos y establecer un sistema educativo público laico, pero muchos de estos proyectos se quedaron en buenas intenciones. Sin embargo, la política de convertir al país en una sociedad laica y disminuir la influencia de la Iglesia no solo enfureció a los miembros de esta institución y a los conservadores, sino que volvió a exacerbar las divisiones entre los liberales. Un grupo conocido como el de los independientes consideró que las medidas de los radicales debían moderarse, en especial las relacionadas con la Iglesia.
En medio de la tensión en 1876, el Partido Conservador inició una nueva guerra civil con la esperanza de que los liberales independientes los apoyaran.
Este respaldo nunca ocurrió y el gobierno radical triunfó. Aun así, el fin de la guerra también significó el fin del Olimpo Radical. Muchos dirigentes consideraron que los excesos de los radicales fueron los causantes de la inestabilidad política de 1876, y que para evitar el colapso del país era necesario moderar las políticas. De esta manera, en 1878 fue nombrado el liberal independiente Julián Trujillo. Se inició así otro periodo: la Regeneración.
Presidentes del Olimpo Radical
Conservadores durante la era liberal
Aunque desde 1849 y hasta 1880 el panorama estuvo dominado por los liberales, entre 1855 y 1861 el país fue gobernado por dos conservadores que, por paradójico que pareciera, en algunos aspectos fueron la base del proyecto radical.