Una historia a sorbos

El café ha estado presente en todas las etapas de la nacionalidad. Esta es la saga de un grano fundamental para Colombia.
Por Editorial
Bicentenario
Primero en exportación
Entre 1888 y 1891 el café representó el 34 por ciento de las exportaciones colombianas. Esta cifra se incrementó al 55 por ciento entre 1894 y 1897.
Fotografía: Archivo Semana.
Al parecer en 1723 los jesuitas comenzaron a sembrar el café en Santa Teresa de Tabage, y posiblemente lo trajeron desde las Antillas. Hay relatos de 1736 que hablan que ese producto exótico era cultivado en el seminario de Popayán. Pero solo en 1834 se empezó a sembrar de forma sistemática en los alrededores de Salazar de las Palmas o de Cúcuta (Norte de Santander). Al expandirse por esas montañas el grano reanimó las siembra de fique y la artesanía doméstica de costales, cuerdas y aperos de mulas, y comenzó a desempeñar un papel crucial en la historia del país.
(Haga clic en la imagen para ver la galería)
Las haciendas de Santander, Cundinamarca y Huila comenzaron a sembrar café, en los suelos volcánicos de las laderas de las tres cordilleras. Cientos de jornaleros llegaron a trabajar en ellas, quienes a su vez eran consumidores de tabaco y calillas. Como había que sacar el producto, la arriería reclutó a los hombres más vigorosos, y muchas haciendas y fincas también se dedicaron a criar equinos y mulares para las arrias que debían ir en busca de los vapores del Magdalena.

Las mujeres encontraron un lugar para ganar dinero al recoger y seleccionar café, al cocinar para los jornaleros o al coserles su ropa. A las riberas del río, batallones de leñadores, caletas y bogas servían las necesidades de los vapores y del movimiento de la carga. Estos, junto a los jornaleros, incorporaron el arroz, fríjol, huevos, entre otros productos a la dieta.
Después, cuando el cultivo del árbol se tomó el occidente, miles de hectáreas de selvas fueron abiertas, se tendieron casas, caminos y se abrió un nuevo país, con pueblos y ciudades. El comercio y la banca despegaron gracias a los capitales que movía el grano. Y la acumulación de dinero, especialmente en Medellín, Bucaramanga, Barranquilla, Cali y Bogotá, permitió que la industria pudiera despegar.
El ingreso de Colombia al grupo de los países productores de café, casi sin excepción monoexportadores del producto, fue relativamente tardío en América Latina. A comienzos del siglo XX las exportaciones colombianas eran apenas un modesto 1,5 por ciento del total de las exportaciones mundiales, aunque representaban el 10 por ciento de los llamados cafés suaves. Pero en la balanza comercial del último tercio del siglo XIX, el café fue clave. Salvó al país en 1870, al caer dramáticamente la producción y exportación de tabaco, y empezó a representar el 17 por ciento del valor de las exportaciones. A pesar de la crisis de precios que se inició en 1897, el valor del café ascendió al 40 por ciento de las exportaciones colombianas en ese año.
El crecimiento continuo de la producción de café desde 1910 se constituyó quizás en el fenómeno más decisivo en la historia económica contemporánea, pues permitió la modernización del país.